
Qué desmesura. Apremia inútilmente la persecución errónea de una verdad que se me antoja escondida. Por lo visto recreamos indignados quehaceres y los supeditamos al estilo de vida marqués. Ten en cuenta que los orificios que se marcan o se intuyen en tu amoldado pantalón resquebrajan mi alma y me explican que existe Dios.
Y ten en cuenta que tu rostro no incomoda ni a la imperfección ni a la perfección, pues no se haya en dichos ámbitos. Juraría ser quien sostuviera la hegemonía de un altísimo poder no escrito, pero sin duda mis crueles despilfarros arremeten contra todo eso, urgiendo una solución como la de tus pantalones.
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