Respecto a tu penuria de humor, abjuro,
y también a razón de tu fingida insignificancia.
Que no arrulles ángeles con tus dedos
esclarece que tampoco son ellos
quienes quieren rastrear tus enigmas espirituales.
Respecto a tu presunción, imploro indulgencia,
pero no a ti, si no a mis actos,
pues sabes que ambos fluctuamos
si observo exorbitante simpleza.
Cruza los dedos y persevera,
el relámpago que agujeree tu estómago
estará famélico y llegará con más vigor,
inoculará en tu plasma recientes lances,
aislados ahora de cualquier novedosa y desconocida angustia.
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