martes, 31 de octubre de 2017
¡Albricias!
Con romances, ¡albricias!
con señas y riñas.
El suspiro queda quieto
en el aire,
arremolinando los deseos
que cesan y expelen
ostias.
Duda cuánto tiempo
estuviste -y detuviste-
corrigiendo aciertos
o ensayos, muecas
y espantos,
fingiendo
que tus manos
son remedios y no
encantos.
Dale y ejercita
el abdomen de la codicia
mira tus rodillas
alucinadas
en estanques de risas desmedidas.
Los pueblitos observan
el desvanecimiento y el ocaso
con la nitidez
y la desgana del que sabe
-por tanto-
que en su silencio hay
abrazos y destellos
de un pasado que cabe
solo y entero
-ni si quiera en briznas o pedazos-
en las faldas calientes
de una cazuela
que no alberga si no
regalos.
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