
El capricho de la reverberación nos aniquila,
como a las estatuillas de mármol,
las que nos miran si las miramos.
Como un juego ocioso en el que la frustración designa
a quien le toca y a quien no,
arrimados a una suerte u otra.
Me obligo, arrimo el hombro a tu calor,
y encuentro tu reverberación en mi.
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