
Inquietos refranes sosiegan vetustos gestos
como si todo se hallase en sus palabras
y la santa verdad las acompañase
por las sendas del miedo.
Levantan sus miradas al paseante joven
y piensan en tantas cosas
que ya tienen para recreo,
y también para el recuerdo.
La impetuosa joven recorre las calles,
pero a ella no la miran, ya la conocen;
ella absuelve sus temores entre dos, como mucho tres,
con dos manos cada uno, manos fuertes.
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