Domador aroma a plenitud,
distancia escuálida entre afectos,
brillo en pieles escurridizas,
ojos fulgentes, lagrimosos, vigilantes.
La escatología se hunde sin reparo,
brotan las galanterías que amodorraban en invierno,
reposan las bufandas y abrigos,
allí, del salón en el ángulo oscuro, gracias Becquer.
Gritan las gargantas que dominan,
estirando su llanto feliz hasta la narcosis,
emergiendo a los oídos extinguidos,
arañando sonrisas junto a los ruiseñores.
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