martes, 10 de mayo de 2011

Ectoplasma de mi mismo.


En qué día dispuse, como jugoso dulce,
aferrarme a la holgura
cuando ésta, en existencia,
era la más absoluta fatiga.

Se trataba de una quimera
en la que siempre aseveraba que si,
absolutamente obturado,
atendiendo solamente al pasaje
que imaginé revelado
al regazo de un "lo haré todo sentado".

Pero desnudé a la concurrencia y a las almas,
y ellas me descubrieron a mi;
habiendo contiendas, locura, carcajadas,
también habiendo aburrimiento,
extrañeza, juegos y regateos.

Indemne sonido a secuelas de novelas segundonas,
zafarranchos inoxidables de perspicacia y deshumanización,
caprichos y demás lindeces, ataviados con ropajes de guerra.

Sepulcros de palabras al aire, dichas a nadie y a todos,
impotencia desmedida, cubierta de excrementos y marchitada,
desesperanza inagotable, apatía mezclada con cierta locura.

El día que me despegue de tales falacias
habrá en mi rostro una sonrisa desmedida,
en la que cabrán amuletos y muñecos vudú,
me saciaré de abrazos, me columpiaré en tu sonrisa,
te haré el amor como antaño, te reiré de verdad,
mis ojos dejarán de mirar a nada
para contemplarte como de verdad mereces.

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