jueves, 17 de noviembre de 2011

Recomienzo infructuoso, supongo.


Administro en un bolsillo tus lágrimas,
las observo extrañado admirando tu salvaje alma,
miro al frente en un acto de indisciplina,
como un cobarde que no hace frente al tacto que predicas.

Frecuento con mis manos tus muecas pálidas,
merodeando como hielo entre los latidos de tu sol.
Semblante femenino, ése que destrona errores,
azótame unas cuántas veces, y otras cuantas mil.

Perplejo, como los dragones en sus orillas,
quieto, casi inerte, arrogante y escrupuloso,
meditabundo que no medita, acércate si quieres y comprende
que la vida te respira en la nuca, gritándote un poco de ti.

Vas por delante derribando todos los árboles;
el agua que hierve se está desbordando, así que abriga tu espacio.
Dilúyete en honestidad, deja de mentirte,
desgástate hasta llegar a un polvo fino
que se impregne en los poros de quien lo necesite.

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