
Dicen que un ufólogo conoció un buen dia a un urólogo; éstos hicieron una gran amistad. Se reunían a menudo a tomar cañas. Otros dias solían ir a jugar al golf y se apostaban esas mismas cañas. De vez en cuando el ufólogo le hablaba a su amigo de avistamientos y le recordaba constantemente el caso Manises. El urólogo no acostumbraba a hablarle de su quehacer laboral, lo cual no dejaba de ser algo lógico.
Una mañana el ufólogo no contestaba al móvil y el urólogo, pensando que éste había sido abducido, empezó a indagar en la ufología. Hoy en día este urólogo convertido a ufólogo es una eminencia en la materia.
Lo lamentable del hecho es que nada se sabe de nuestro querido ufólogo.
P.D. Confesiones de un hombre quieto.
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