martes, 19 de enero de 2010


Medianamente orientados por unas pequeñas historias que a menudo nos contaban, íbamos desapareciendo poco a poco sin que nadie se diera cuenta. Despacio y uno detrás de otro, en fila, como cuando éramos pequeños y nos animaban al orden y a la naturalidad longitudinal. En algunas partes la dificultad se extremaba al máximo, entonces no sabíamos si derrochar el resto de las energías o distribuirlas en plazos de dos horas aproximadamente. Ella solía decirme que aprovechara mejor el tiempo. Y esas palabras sonaban tan fuerte en mis oídos que hubiera preferido siempre mayores penas que a menudo pasaban ante mis narices. Como las de cualquiera, igual que las tuyas o que las mías, con un atisbo mínimo de amargura en el rostro pero con un porcentaje aún menor de veracidad. De todas formas, así es como la mayoría de los mortales nos mostramos al exterior, siempre ocultando lo más bonito de nuestra existencia. Opino yo que, de todas formas, se acercaría bastante al surrealismo esquelético toda cosa contraria a la esencia de ser. A una pintura anterior como aquellas que veías de pequeño mientras le decías a quien por allí tuvieras que la nariz del personajillo era demasiado grande, a una pintura como esa, digo, se le hubiera quitado con cariño y alegría toda forma dificultosa y poco práctica, de enseñanza ordinaria, de auténtica pesadumbre sentimental. Es de agradecer que nos vayamos dando cuenta de que somos pésimos actores, sobretodo sobre éste, a veces triste escenario, del teatro tierra.

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