
Dos sobremesas en un día,
afloran las pequeñas dosis de nostalgia
bajo la mesa de la terraza, al pie del salón;
entre tantas piedras no se puede decir nada,
pero se pueden hacer muchas cosas.
Los trotamundos se meten en una de las salas de cemento,
golpean sus paredes con pelotas amigas, hieren algún cristal.
Las tardes no se agotan porque en verano las cosas duran más.
La magia de una noche sin ansiedad golpea nuevas sensaciones
pregnadas de adolescencia y felicidad.
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